Os voy a contar una anécdota de esta misma semana. Hace unos días me crucé con una chica joven que anda por mi barrio con una preciosa doberman. Había coincidido con ella más veces, y la evolución que ha sufrido su perrita me ha dejado perpleja. Una cosa es saber el daño que puede hacer un collar inadecuado y otra ver lo rápido que puede llegar a hacerlo. Hace unas 6 semanas me crucé con ella, iba yo con mi perrita y ambas intentaron acercarse a olerse. Lo normal. La chica pegó un buen tirón de la correa para impedirle acercarse a mi perrita, probablemente sin malas intenciones, puesto que todos sabemos de las exageradas reacciones que tiene la gente ante perros de raza potencialmente peligrosa. A mi se me cayó el alma a los pies al oír chillar a la doberman de dolor cuando se le clavaron los pinchos.
Pues esta semana volví a cruzármela y la doberman ni siquiera hizo intento de mirar a mi perra. Llevaba el collar muy tenso e iban en posición de junto, pese a que la doberman apenas desviaba la mirada hacia ningún lado. Una vez más, a mi se me cayó el alma a los pies. Este tipo de collares no son buenos ni siquiera en manos de adiestradores profesionales. Pero en malas manos pueden llegar a anular tanto a tu perro que deja de ser perro. El perro vive en un estrés constante sin saber qué comportamiento va a ser el que le suponga más dolor. Y aprenden a no ofrecer comportamiento alguno para evitar cualquier daño.
Es un camino terrible que puede llevar a tu perro a la indefensión aprendida. Y una indefensión aprendida grave puede suponer que el perro se deje morir.
En el contrapunto de la balanza os voy a contar la otra parte de la anécdota, ocurrida esta misma mañana. He conocido a un señor, ya mayor, con una perrita mestiza de buen tamaño, y me ha contado que durante un tiempo tuvo que llevar a su perra con bozal porque se lanzaba a morder a la gente. Le recomendaron métodos punitivos y no le gustó lo que oyó, estaba convencido de que no tenía que hacer daño a su perra para que ella no se lo hiciera a otra gente. No sabía nada de la educación en positivo ni que hubiera profesionales en la zona así que decidió por su cuenta ayudar a su perra con mucha paciencia y muchos premios. Le puso un collar fijo, una buena correa y se dedicó a desensibilizar todos los elementos que hacían que se activase. A día de hoy es una de las perras más equilibradas que he visto. Está perfectamente socializada y él no sabe ni donde ha guardado el bozal.
Las conclusiones están claras, ¿no?
Sin embargo no quiero terminar este post sin enumerar algunos de los problemas que suponen los collares de pinchos -incluso los que van protegidos también hacen mucho daño-, los collares eléctricos y los de ahogo. Voy a empezar por los de ahogo, ya que son los más problemáticos igual porque parecen los más amables.
Lesiones derivadas del uso del collar de ahogo o estrangulamiento:
- Glaucoma
- daños en los nervios oculares (lesiones en la vista)
- edema pulmonar
- lesiones cervicales y de espalda
- aplastamiento de tráquea
y cualquier otra lesión que se pueda derivar de privar al cerebro de oxígeno. Existe la idea de que "ya dejará de tirar", pero si el perro está activado porque algo le ha asustado seguirá tirando para escapar de esa situación. Este collar puede llevar a un perro a la muerte y, de hecho, en Inglaterra están prohibidos desde hace 12 años precisamente tras la muerte de un perro con este collar.
Collares de pinchos y collares eléctricos:
No voy a describir los problemas que generan estos collares, os voy a lanzar una reflexión:
imagináos por un momento que os ponen un collar de estos y que cada vez que haces algo o hablas te dan una descarga o un tirón y te clavan los pinchos. Imaginad que cada vez que levantáis una mano, cada vez que giráis la cabeza, o cada vez que os levantáis pasase esto. El perro no entiende porque ese comportamiento, que para él puede ser tan natural como para nosotros mover una mano, tiene castigo. De verdad, imaginad que vida más angustiosa, el miedo, el estrés... Poneos en su lugar y decidme sinceramente si creéis que es la solución. ¿Qué tal si en vez de castigar al perro por algo que no entiende, le enseñamos cuál es el comportamiento que esperamos de él?
Si es tu compañero, si es tu amigo, si es tu perro, enséñale.
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